José Miguel Évora

José Miguel Évora

Dice que percibe una «visita» cuando crea y que cada día intenta componer no sólo música: pensamientos, sensaciones, instantes... Siente que le sirve lo que hizo cuando nota como si se lo dictaran, porque entonces un fluido guía sus manos por esos dientes de gigante de las teclas de un piano. En ese esfuerzo influye todo: volúmenes y colores, y hasta los muebles que le rodean.
Desmontó el rompecabezas de los clásicos pieza a pieza, como el motor de un coche, y volvió a unir los trozos para descubrirle todos los secretos a las más bellas melodías. Eso le otorgó cierto aspecto soñador, como de Harry Potter, experto en magias musicales para artistas como Camarón,  Enrique Morente, José Mercé, Miguel Poveda o, Rocio Jurado, entre muchos.
Más de seiscientas obras publicadas desde China a Estados Unidos, desde Sudamérica a Israel, desde Sanlúcar hasta Sanlúcar. Évora ha compuesto para los más grandes y sus obras sinfónicas han tenido el reconocimiento público y profesional con orquestas que las han interpretado bajo su batuta tan prestigiosas como la Nacional, la de la RTV, la Sinfónica de Madrid, la de Castilla y León, la de Sevilla, la de Málaga, la de Córdoba, la Nacional de Cataluña y Ciudad de Barcelona, la Sinfónica y la Filarmónica de Londres, la de Munich, la de Praga... y continua.
Como conferenciante, baste reseñar las cinco conferencias que por invitación del maestro Jehudi Menuhin, -a las que asistió desde la primera fila pidiendo  que se las ampliara en privado- impartió en El Escorial ante más de cien profesores de orquesta de toda Europa en el XXV aniversario de la E.S.T.A. (String Teachers Assotiation); organismo que preside de forma honorífica S.M. La Reina Dña. Sofía. O en la Universidad de Sevilla. O próximas en la Universidad de Cádiz auspiciadas por el Vicerrectorado de Proyección Internacional y Cultural.
Évora es de una saga, a quienes su madre les dictaba la lección más rigurosa y exigente: «Haz lo que tú creas, pero hazlo bien». Sensible, humilde, insobornable y de curiosidad ilimitada, habita un acuario ingrávido y lleno de energía donde mezcla una sabiduría antigua con el arriesgado afán de encontrarle puntos de equilibrio al universo.
José María Arenzana.